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Curiosos viajeros en Toledo (Parte segunda)

Vista de Toledo al atardecer

Lo prometido es deuda. Y la segunda entrega de aquellas historias de viajeros que llegaron a Toledo nos va mostrar otras tantas curiosidades y anécdotas de quienes vinieron a Toledo y tan enamorados quedaron de la ciudad imperial.

Pero empecemos por uno de los más relevantes visitantes de finales del siglo XIX y principios del XX. Nos referimos a Maurice Barrès. Este escritor y político francés, amante de la cultura española y en concreto de la toledana, se enamoró como tantos otros del Greco y de su trabajo. Acudiría en diversas ocasiones a la ciudad y nos dejaría una obra imprescindible «El Greco o el secreto de Toledo«.

Si retrocedemos esta vez hasta el siglo XIII, hallamos una visita muy curiosa que tuvo Toledo en 1220, y fue la de Miguel Escoto, aquel famoso médico, alquimista y astrólogo, que para muchos fue el mago más importante de toda la Europa del siglo XIII. Dentro de los pocos datos biográficos que tenemos sobre él, sabemos que estuvo en nuestra ciudad en la famosa Escuela de Traductores, traduciendo al latín algunas obras de Aristóteles como «De partibus animalium» y «De generatione animalium». Para algunos autores, la visita a Toledo de Escoto también escondía otro motivo y era el buscar y conocer algunos de los tratados de magia y alquimia que existían en la Escuela de Traductores y cuyo conocimiento ansiaba poseer este personaje.

Catedral de Toledo

Ya en el siglo XV, nos sorprenderá la visita de León de Rosmithal, un noble Bohemio con un importante séquito que lo acompañaba. Le va a suceder lo mismo que a otros viajeros que llegan a Toledo durante los siglos XV y XVI y es que descubrirán una ciudad ilustre de Castilla, que les maravillará por sus monumentos y en concreto por su Catedral y por sus tesoros. A Rosmithal le recibiría el propio arzobispo Alfonso Carrillo y en una de las reuniones que pudo presenciar este invitado, se había convocado a la mayoría de los nobles y alto clero para valorar las inmoralidades del rey viejo (Enrique IV) y por otro lado las virtudes del joven rey Alfonso. Todo ello se hizo ante una esfinge de madera del propio monarca, y una vez aportados todos los datos, la asamblea dictaminó retirarle la corona, el cetro y el mundo que llevaba en sus manos la esfinge. Desciñeron su espada, quitaron sus espuelas, las vestiduras reales y se le atravesó el corazón de madera con una espada, y así lo ejecutó el arzobispo por mandato de la asamblea. Esta ceremonia sorprendió y extrañó al visitante que luego narraría estos hechos como algo sorprendente en su visita a la ciudad.

Avanzando en el tiempo, en 1862 el poeta danés Hans Christian Andersen, que se haría famoso por sus cuentos para niños, llega en tren a Toledo y se encuentra como le sucedería a tantos otros, con una ciudad muy abandonada y con mucho desorden. A Andersen le sorprendieron en su estancia en España cuatro ciudades: Málaga, Granada, Alicante y Toledo. En su obra «Un viaje por España«, nos dejaría escritas las siguientes líneas sobre la ciudad: «En todo Toledo no hay campana tan grande y extraordinaria como la de la catedral. Dicen que debajo de ella se pueden poner cinco zapateros, y estirar el hilo de coser zapatos, sin tocarse el uno al otro. Cuenta la leyenda que el sonido de las campanas llegó al cielo; San Pedro creyó que venía de su iglesia de Roma, pero cuando vio que no era ese el caso, sino que en Toledo estaba la campana más grande de todas, se enfadó y arrojó una de sus llaves contra la campana, rajándola, como puede verse todavía. Si yo fuese San Pedro y estuviese del humor que estoy ahora, mejor le tiraría la llave a la cabeza de aquel que yo viese que iba a contar por primera vez semejante historia…»

Prosper Mérimée fue uno de los más destacados viajeros del siglo XIX. El famoso autor de Carmen, pisó por primera vez el suelo español cuando tenía 27 años. Lo que encontraría en su viaje debió satisfacer sus expectativas, pues su estancia se prolongaría nada menos que tres años. En ese tiempo redactaría sus «Lettres d’Espagne«, descripciones en formado de cartas que periódicamente enviaba a la «Revue» de Paris, y en las que reflejaba cuestiones costumbristas como las corridas de toros, la existencia de temibles bandoleros o asuntos relativos a la hechicería tradicional española. A Mérimée le apasionaría la personalidad de uno de aquellos bandoleros tan pintorescos que evadidos de la justicia vivían como podían por los montes y campos de nuestro país. Este personaje fue Jose María el Tempranillo, que sorprendería a Mérimée por sus buenos modales y por la manera de tratar a sus víctimas en los robos, como por ejemplo cuando usaba una frase dirigida hacia las damas al despojarlas de sus anillos en la que les decía «Una mano tan bella no necesita de adornos…»

Más cerca en el tiempo, concretamente en 1940 tuvo lugar una de las visitas más intrigantes e inquietantes a Toledo. La que realizara Heinrich Himmler, o lo que es lo mismo el Reichsfürer de las S.S. Nazis. Acudió a nuestra ciudad en una visita que muchos ligan a su desesperada búsqueda del famoso Santo Grial, como parte de esa tradición ocultista que Hitler profesaba, en la que se afirmaba el hecho de que algunos elementos históricos pudieran poseer algún poder mágico o especial, ya que además del Grial, los alemanes buscaron también la conocida lanza de Longinos. A Himmler le acompañaron en Toledo José Moscardó, Karl Wolff, Serrano Suñer y Julio Martínez Santa-Olalla, casualmente (o no) Jefe de la Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas de Falange.

Himmler en las ruínas del Alcázar de Toledo. Fuente: ABC

Desgraciadamente en la biografía de Himmler aparecen datos más escabrosos, como las matanzas sistemáticas ordenadas por él, de miles de judíos, polacos y enfermos mentales, algunos de los cuales fueron usados en experimentos de todo tipo. El infatigable y querido fotógrafo toledano Rodríguez, inmortalizaría esta visita en un reportaje que recogió algunos de los momentos y lugares visitados por Himmler y su comitiva.

Y hasta aquí llega nuestro viaje. Porque nuestra intención que era la de resumir algunos de los viajes y viajeros más curiosos de la historia ya la hemos conseguido. Porque hemos demostrado que a lo largo del tiempo Toledo ha sido visitada por españoles y extranjeros, por genios y por embaucadores, y que de una manera u otra todos se han llevado una impresión diferente, porque diferentes son los ojos de todos los que vienen día a día a Toledo y por mucho que circulen por las mismas calles y callejuelas, cada uno descubrirá una cosa diferente, pues como decía aquella famosa frase

«Trescientas cincuenta calles tiene la imperial Toledo, y a cada cual cien encantos, y en cada encanto un portento…»

Si has llegado aquí primero, lee la primera parte de este artículo aquí.

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