Icono del sitio Rutas de Toledo

«El estandarte de la Verónica», una leyenda de Semana Santa inédita en Toledo

Un 31 de marzo de 1915, una persona que firma como «Margarita» escribe una leyenda toledana relacionada con la Semana Santa en el semanario «El Pueblo». Creemos que hasta la fecha esta leyenda está inédita, pues de entre las más de 289 que acumulamos en nuestros archivos nunca antes habíamos registrado la que a continuación procedemos a compartir.

Luis Rodríguez Bausá, en el curso de la investigación para recabar datos sobre la Semana Santa toledana que está realizando con motivo de las rutas especiales que «Rutas de Toledo» ofrecerá del 5 al 8 de abril de 2012 (12 y 17 horas) ha localizado el siguiente texto publicado en 1915 en el semanario «El Pueblo»:

«El estandarte de la Verónica»

(Leyenda toledana)

Entre los estandartes que antiguamente lucían en las procesiones de la Semana Santa de Toledo, figuraba uno hecho por un pintor muy célebre en sus tiempos; la leyenda del referido estandarte corría de boca en boca como cosa cierta, así no era extraño ver cómo los forasteros se apiñaban a su paso por contemplar de cerca el genio del artista.

Representaba a Berenice, la mujer piadosa que, al ver pasar a Jesús camino del Calvario con el rostro manchado por la sangre, sudor y el polvo del camino, aquel rostro en que el cielo se recreaba, arrancó de su cabeza las tocas blanquísimas, las dobló tres veces, y haciéndose sorda a las voces de los soldados que la intimidan a la vez de ¡atrás!, rompe por entre las muchedumbres, y acercándose al Profesa de Jerusalem, limpia su rostro, mereciendo en premio de su caridad, que se estampe en cada uno de los tres dobleces la faz sangrienta del Hijo de Dios.

La tradición nos muestra a aquella Santa y caritativa mujer, de rara hermosura, como al verdadero tipo de la belleza hebrea.

***

Cerca de donde está la famosa casa del Greco, vivía un pintor italiano a quien encargaron el estandarte a que nos referimos; y los que le hicieron la oferta le suplicaron fuese digno de sus pinceles, porque la Corte, entonces en toledo, habría de admirar su obra.

Muchos días pasó nuestro pintor preocupado con su obra; recorrió muchas veces el barrio judío, miraba con interés por los ajimeces de aquellos viejos edificios, pareciéndole a cada momento que  asomaría la cabeza alguna hija de un mercader judío de los que hubo un tiempo, cuya cara pudiera servirle de modelo para su obra que tanto le preocupaba.

Su esposa era de cara morena, ovalada, ojos negros, de mirar dulce, figura esbelta y graciosa; pero a ésta a quien sonreía la felicidad por haber logrado unirse en matrimonio con él, a quien amó desde sus primeros años, ¿cómo hacerla formar una expresión de espanto y dolor semejante a la que tuviera la amorosa Berenice al ver a Jesús desfigurado camino del suplicio?

Siempre que tenía cerca de sí a su esposa, contemplaba su cara perfecta, único modelo para el lienzo, pero la alegría que despedían sus ojos, la sonrisa que vagaba en sus labios, sus trinos alegres como los del ruiseñor, le hacían desconfiar del éxito en la empresa.

-Acaso (pensaba), esconderé el mirlo, la alondra y los ruiseñores que gorjean y alegran el jardín o troncharé los claveles que adornan los balcones; todo esto la haría contrariarse, no más, pero se consolará bien pronto, porque para ella lo que constituye su dicha es mi amor.

Y pensaba, pensaba… Ya acertó con el medio.

***

Armó su caballete, colocó en él el lienzo y llamó a su esposa que arreglaba su cabellera abundante frente al espejo, mientras cantaba una sonata amorosa.

– Te llamo, la dijo con voz que fingía triste, para anunciarte que dentro de pocos días marcharé a Italia pensionado por los reyes, para hacer estudios sobre mi arte, pero tú no puedes venir conmigo, y por tanto, no nos veremos en mucho tiempo…

Soltó de sus manos el pelo que estaba alisando, y con los brazos caídos, muda de espanto, y los ojos cargados de lágrimas, quedó como si la hubieran clavado frente al caballete donde parecía trabajar su esposo, y aprovechando el artista la impresión terrible que la produjo la noticia de su ausencia, bosquejó su obra que lució como las mejores de su arte; cundió la noticia entre las gentes, y aquel año vinieron a millares para contemplar el estandarte de la Verónica, y el parecido que con la mujer del pintor tenía, encantadora figura, en quien supo inspirar su lienzo inmortal.

Tal es la leyenda del estandarte de la Verónica que salía en las antiguas procesiones de nuestra Semana Santa.

Margarita.

¿Es probable que Margarita escribiera en 1915 esta leyenda pensando en este famoso cuadro de El Greco?:

El estandarte de la Verónica, una leyenda de Semana Santa inédita en Toledo by Juan Luis Alonso on Scribd

Salir de la versión móvil