Curiosos viajeros en Toledo

11 julio, 20121

El turismo en Toledo no es algo reciente. En el siglo XVII ya hubo viajeros que buscaron conocer la ciudad majestuosa y han sido muchas las personalidades que han llegado a Toledo buscando inspiración, aventuras o como simples viajeros. Entre ellos, Alejandro Dumas, Gautier, Borrow, Doré, Einstein… Aunque las visitas eran muy diferentes a las actuales. 

En estos días en los cuales nuestros vecinos, los toledanos y toledanas, marchan de la ciudad y salen por doquier a olvidarse de sus trabajos, de sus quehaceres y de sus obligaciones, nos damos cuenta que la población de la ciudad se transforma y los visitantes, esos modernamente llamados turistas, esos «forasteros» como tan castizamente les llamaban nuestros abuelos, se multiplican y hacen que recordemos, una vez más, que Toledo es tan especial y tan sumamente importante que miles y miles de personas, por un motivo u otro acuden a su llamada y se sienten atraídos por su cultura.

Pero no es ninguna novedad que Toledo reciba a visitantes, a curiosos, a peregrinos, a sabios, a románticos, a buscadores de tesoros… Toledo ha acogido desde hace siglos a gente de tan diversa procedencia, que han llegado hasta nuestros muros un sinfín de personajes que buscando cosas diferentes, han coincidido en esta urbe tan especial y diferente que es Toledo. Y si les apetece, podemos recorrer en unas líneas, las historias de algunos de aquellos viajeros o turistas o como queramos llamarles, que pasaron por aquí y que de un modo u otro descubrieron lo maravillosa que puede llegar a ser una ciudad.

Si nos vamos atrás en el tiempo, ya en 1495 hay noticias de que un tal Jerónimo Münzer llegó a Toledo, con la suerte de que pudo presenciar el remate de la obra del monasterio de San Juan de los Reyes. Le sorprendió que la obra hubiera costado alrededor de 200.000 ducados, según le transmitieron de primera mano… También añadió un detalle sobre la Custodia de Arfe, asegurando que «era la mejor custodia de plata que había visto en su vida«.

E incluso en el siglo XVII ya hubo viajeros que buscaban y anhelaban esa ciudad majestuosa e importante que fue la Toledo musulmana. Pero tendríamos que esperar hasta el siglo XIX, para comenzar a recibir una verdadera avalancha de curiosos, de románticos y escritores, que buscarían en nuestra ciudad inspiración, arte e historia, para plasmar (unos más acertadamente que otros) la importancia del pasado de Toledo en sus escritos.

Uno de ellos fue el célebre autor de «Los 3 mosqueteros» y «El Conde de Montecristo», es decir Alejandro Dumas. El autor francés visita Toledo en otoño de 1846. Lo acompañaban varios amigos y todos iban camino de Argelia a un viaje al cual había sido invitado Dumas cuando ya era un escritor muy conocido en Francia y en el extranjero. Las vivencias en estos dos viajes, las plasmaría en dos obras, primero «Desde París a Cádiz» y «La Veloce» esta última recordando el nombre del barco que les transportó desde el puerto de Cádiz hacia Argelia y Túnez. En una carta Dumas dijo: «Toledo es una ciudad que se muere señora. ¿Y de qué se muere? Su orgullo le impide confesar que se muere de hambre…»

Otro de aquellos viajeros del XIX sería Teophile Gautier, que se alojaría en la célebre y frecuentada «Posada de los Caballeros», en la actual calle Cervantes. Gautier, novelista, poeta, dramaturgo y fotógrafo, luego escribiría su «Viaje por España», en 1840. Sobre la posada en la que pernoctó, dijo Gautier: «En la fonda El Caballero nos moríamos de hambre, cosa que extraña a las gentes del lugar, que viven del aire y del sol…»

En 1836 llegaría a Toledo George Borrow, aunque se le conocería en España y en las diferentes ciudades que visitó como «Jorgito el Inglés». Era miembro de la Sociedad Bíblica y el motivo de su viaje era difundir el evangelio protestante. En Toledo se alojó una semana, y también se cautivaría con la pintura del Greco. Dentro de la campaña de promoción de la biblia protestante que vendía, hizo que un hombre-anuncio se paseara por las principales calles de Toledo y como no, por Zocodover. Se llegaría a entrevistar con el Arzobispo de Toledo (entonces Pedro Inguanzo) el cual le prohibió vender sus biblias en la ciudad, por lo cual Jorgito tuvo que seguir su labor comercial en otras ciudades.

Recordando a personajes importantes que nos honraran con su presencia, no podemos dejar en el tintero al francés Gustave Doré que llegaría a Toledo en 1862 junto al barón Charles Davillier que sería su guía por nuestra ciudad. Davillier había accedido a acompañar a Doré con una condición: que el viaje sirviera no sólo para documentar las peculiaridades de España, sino también para ilustrar con sus dibujos una nueva e inigualable edición del Quijote. Doré cumplió su palabra, y dejó para la posteridad una de las ediciones ilustradas más hermosas que existen de la obra de Cervantes.

Y si de insignes visitantes hablamos, también los hubo en Toledo no hace tantos siglos. El 6 de marzo de 1923, Albert Einstein, y Elsa, su mujer, llegan a Toledo acompañados de Manuel Cossío, Ortega y Gasset y algunos invitados más. Einstein plasmaría en su diario las siguientes impresiones sobre su visita: «Viaje a Toledo. Uno de los días más hermosos de mi vida. Cielo radiante. Toledo es como un cuento de hadas. Nos guía un entusiasta viejo hombre (Cossío), que al parecer ha producido algunos interesantes trabajos sobre El Greco. Un pequeño jardín con una vista cerca de la Sinagoga. Una magnífica pintura de El Greco en una pequeña Iglesia («Entierro de un noble»), entre las cosas más profundas que vi. Un día maravilloso».

Pero también hubo viajeros con doble intención. Y me explico. Gotthold Heine, fue un joven cónsul procedente de una acaudalada familia de Berlín. Este viajero se especializó durante sus viajes por España en buscar e identificar valiosos manuscritos españoles y portugueses, y recorrería las entonces poco vigiladas bibliotecas y archivos conventuales y catedralicios para «recoger» los manuscritos que consideraba más valiosos y enviarlos a su Alemania natal. Heine cita en un informe de 1846, que está encontrando muchas dificultades en algunas bibliotecas para acceder a ellas y pone como ejemplo la valiosa biblioteca Capitular de la Catedral de Toledo. Pero es curioso citar que la relación de Heine con Toledo, no terminó con su viaje a la ciudad. Uno de los manuscritos o documentos que él recolectó en España (seguramente en Madrid) y se llevó hacia Alemania, fue el conocido como «Manuscrito de Halle». Contiene nada más y nada menos que la relación de 1.177 procesos Inquisitoriales del Tribunal de Toledo, fechados entre 1575 y 1610, manuscrito que ha sido publicado en su totalidad para mayor conocimiento y estudio de esta etapa tan interesante de nuestra historia.

Y termino estas líneas, reconociendo que aún faltan muchos viajeros impenitentes que llegaron a la ciudad, como Maurice Barrés, Hans Christian Andersen, Prosper Merimée, el alemán Himmler, etc., etc., pero como el verano es largo y el tema interesante, les emplazo a la próxima semana a continuar descubriendo qué buscaron (y encontraron) aquellos «forasteros» en nuestra ciudad (leer aquí).

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