Recuerdos, añoranzas y curiosidades de la Semana Santa en Toledo

3 abril, 20200

Hace hoy ocho años publicábamos esta entrada en nuestro blog, deseando que llegara Semana Santa. En 2020, se ha cancelado la Semana Santa en Toledo, al igual que nuestras visitas guiadas. Nos queda, de momento y hasta que la pandemia pase, el recuerdo.

No pretendo con estas líneas informar del desarrollo ni recorrido de la Semana Santa de Toledo, ni mucho menos relacionar las procesiones ni pasos que en estos días se dan cita por las calles y rincones de la ciudad imperial. Solamente trataré de comparar sucintamente la Semana Santa actual con aquellas otras celebradas hace más de cien años, en algún caso, para descubrir que ni desfilaban por las calles las mismas imágenes, ni que las costumbres de los toledanos de aquella época eran las mismas.

Gracias a la vital información que nos transmite la prensa del siglo XIX, también para buscar datos sobre la religiosidad toledana, nos encontramos con crónicas, telegramas y notas enviadas a las redacciones, en las cuales se intenta describir, con mayor o menor precisión como se estaba viviendo en Toledo aquella festividad tan devota. Para ello, y gracias en primer lugar a la aportación del diario «El Globo», del sábado 17 de marzo de 1880, vamos a descubrir algunas tradiciones ya perdidas, algunas costumbres de los toledanos de aquella época y como se utilizaban todavía algunos templos ya olvidados, como el de la Trinidad para la salida de algunos pasos:

A pesar de la vastísima extensión de este grandioso templo, uno de los primeros del mundo, desde las horas primeras de la mañana era ya algo difícil el tránsito por sus dilatadas y espaciosas naves centrales; una muchedumbre guiada allí más por la curiosidad que por la devoción a juzgar por las muestras exteriores, se agrupaba alrededor de la capilla mayor, del coro, del espacio comprendido entre éste y aquélla, y del recinto que a los pies de la nave central ocupa el monumento. A las ocho de la mañana dieron principio los actos religiosos con el lavatorio de pies, llevado a cabo por el arzobispo de Toledo y con asistencia de todo el cabildo catedral y la corporación municipal.

Siguieron luego los oficios propios del día, en los que ha oficiado aquel prelado, habiéndose celebrado este año una ceremonia que solo se celebra de cierto en cierto tiempo: la bendición de los Santos Óleos para todas las parroquias de España, los cuales se hallaban contenidos en diversas ánforas.

Terminado este acto, ha seguido la procesión para conducir la sagrada forma al monumento. Abrían la marcha dos pertigueros; seguían los acólitos y clero; luego la manga, toda de plata cincelada; dignidades de la catedral; los celebrantes y el ayuntamiento cerrando la comitiva.

El monumento es sencillo, pero de una severidad extraordinaria. Lo constituye una larga gradería cuajada de velas encendidas que le prestan un aspecto deslumbrador; sobre la gradería se ostenta el tabernáculo y todo ello se destaca delante de un riquísimo pabellón rojo cuajado de estrellas de oro, de un valor imponderable. En el centro de esta capilla accidental y suspendida de la alta bóveda resplandece una cruz gigantesca de cristal, dentro de la cual brillan millones de luces, que consumen al día algunas arrobas de aceite. Al pie del monumento se ven cuatro globos de plata de gran tamaño y que por su material y su labor son también alhajas de una riqueza extraordinaria.

A la una han terminado los oficios celebrados con pompa y solemnidad extraordinaria si bien les roban parte de su solemnidad el bullicio de las gentes que sin cesar transitan por el templo, entregadas a las más animadas conversaciones.

El cielo está encapotado; durante la mañana ha llovido a intervalos, y por estas circunstancias se sospecha no pueda tener efecto la procesión que esta tarde debiera salir del templo de la Trinidad, y en la cual figuran cuatro pasos notables por algunas de sus esculturas.

… La procesión del Santo Entierro tendrá lugar mañana por la tarde…

El Globo. Sábado 17 de marzo de 1880

Afortunadamente, ya en esta época la prensa acompañaba de la información de vez en cuando con imágenes, grabados o litografías que hacían más amena la lectura y para nosotros, nos aportan imágenes vitales para descubrir algunos templos y rincones perdidos de Toledo. Por ejemplo en el diario «Vida Manchega», de abril de 1912, se nos muestran 5 imágenes muy interesantes de la Semana Santa de aquél año:

Igualmente de interesantes son las páginas que La Ilustración Española y Americana dedica a nuestra ciudad, en su número del 8 de abril de 1884:

Ilustración española y americana

En esta última imagen, nos resulta cuanto menos curioso, observar la imagen central de la procesión del Viernes Santo, por la calle ancha, con la Catedral al fondo, y con la figura de esos penitentes con sus hachones encendidos que marcan el paso con esa silueta tan siniestra y oscura… Igualmente interesante es la imagen del monumento en la catedral, tan profusamente iluminado.

Pero vayamos a revisar otro diario de la época, en este caso de nuevo «El Globo» de 29 de marzo de 1880, en el cual el cronista nos transmite puntualmente como observa y descubre las diferentes tradiciones y actos litúrgicos que se celebraban en la ciudad:

LA SEMANA SANTA EN TOLEDO

Toledo, 27 de marzo de 1880.

«Aún no eran las seis cuando salió de la parroquia de Santa Justa y Rufina, dirigiéndose por un verdadero laberinto de tortuosas y estrechas calles, como casi todas las de Toledo lo son, y deteniéndose breves momentos en la catedral y en el palacio arzobispal. Por todos estos sitios veíanse multitud de forasteros, porque han sido muchos, con efecto, los que han visitado estos días la histórica ciudad. La carrera de la procesión fue larga, y cuando yo la contemplé, ya la luz de la tarde se había extinguido y el espectáculo ofrecía una perspectiva fantásticamente solemne y conmovedora.

Lo primero que entonces se percibe es el sonido pausado y seco de un tambor, y los ecos monótonos y vibrantes de una trompeta. Llegan por fin, algunos guardias municipales por toda descubierta, y tras ellos la religiosa comitiva en la siguiente distribución: Entre seis sayones con grandes hachas encendidas, la cruz parroquial y a alguna distancia, detrás de ella, la imagen del Hijo de Dios abrumado por el peso de la cruz, y llevado en andas por cuatro hombres del pueblo; otros ocho vienen después trayendo sobre sus hombros la efigie del Crucificado y a los lados de ambos pasos caminan dos hileras de devotos con velas luciendo.

Siguen a estos treinta hombres vestidos de nazarenos según dicen, con túnicas moradas, altas caperuzas y los rostros cubiertos; a la cabeza de ellos marchan el tambor y el trompetero y entre estos dos otro nazareno de la misma especie lleva arrastra un negro pendón, llamado de la «media luna» por tener una imagen de esta estampa en su lienzo. Entre los treinta nazarenos y conducido por otros diez, va el simulacro del Descendimiento de la cruz.

Tras este paso llama la atención la parte más brillante, por todos conceptos, de la comitiva: la comparsa de soldados romanos vestidos con lucientes armaduras, y que forman la guardia y escolta del Sepulcro donde yace el cuerpo el Redentor; el primero de aquellos es un niño, ostentando su guerrera vestidura; lleva en un brazo la ródela y una vela encendida en una mano; síguenle otros cuatros hombres, de igual porte, uno de los cuales arrastra una lanza y el otro el «pendón del sol», en todo semejante al de la luna; los demás soldados, en número de diez y ocho, forman a ambos lados del Sepulcro y van armados de grandes lanzas en una mano y cirios ardientes en la otra. Una de estas comparsas camina toda la tarde con la lanza invertida y sin apoyarla jamás en el suelo; solo al detenerse la procesión en el gótico templo es cuando puede descansar; y es fama que, si abrumado por el peso del arma, reposa, fuera de aquel caso, un solo instante, paga su falta de fortaleza con un espléndido refresco a sus compañeros. Estos soldados no son penitentes como algunos creen; antiguamente desempeñaban tal papel individuos del gremio de sederos; hoy ocupan su lugar hombres fornidos y de resistencia.

Sigue en pos de los soldados una cruz, sin Crucifijo, y luego la congregación de la Soledad, (cuyo estandarte conducía ayer un comandante de infantería y las borlas dos capitanes), comisiones militares, la efigie de la Dolorosa, el clero parroquial y el ayuntamiento, presidido por el gobernador civil de la provincia, con el presidente de la diputación provincial a su derecha y el alcalde a su izquierda. Y cierran, por fin, el cortejo, la música de la Academia de infantería y un piquete de la guarnición con las armas a la funerala.

Las ocho y media de la noche eran ya dadas cuando la procesión regresó a su punto de partida.

Terminado el acto, dirigíme al templo del Colegio de Doncellas Nobles, pero era ya la hora harto avanzada y su limitado recinto hallábase completamente invadido: con harto sentimiento tuve, pues, que renunciar a oír el sermón de la Soledad, predicado por el señor don José Moya y Soler, orador sagrado que goza aquí de alta nombradía y de cuya oración de anoche personas ilustradas e imparciales me han comunicado los más ventajosos informes.

La Semana Santa toca a su fin; las más brillantes solemnidades religiosas han terminado ya, y mi misión en esta ciudad también.»

El Globo. Diario ilustrado, político científico y literario. Lunes, 29 de marzo de 1880.

Resulta sorprendente descubrir, como en aquel año de 1880, la guardia del Santo Sepulcro aún la realizaban soldados romanos ataviados con sus trajes; o como en la iglesia del Colegio de Doncellas Nobles se podía escuchar un sermón por uno de los más ilustres oradores del momento… Nos muestra esta crónica, cuanto puede cambiar una tradición y cómo podemos perder algunas de ellas, aunque apenas pasen 130 años.

En otros casos, el tinte político de los periódicos y diarios locales y provinciales, también marcaban el contenido de las crónicas aunque estuvieran refiriéndose a hechos tan marcados como la Semana Santa:

«Reina la mayor animación en esta capital. Un número considerable de personas de la corte y otros puntos, han venido, y llegan continuamente muchas personas a ver los oficios que se celebran en esta primera iglesia, el suntuoso monumento de la misma, las procesiones de Semana Santa, y cuanto de notable en edificios y monumentos artísticos, aunque por desgracia la mayor parte derruidos, conserva esta antiquísima población. Las fondas, posadas, casas de huéspedes, y muchas que no lo son están llenas de forasteros.

Ayer asistió a los oficios el excelentísimo e ilustrísimo señor arzobispo de esta diócesis, don Juan José y Orbe. Se cantaron las lamentaciones y miserere a toda orquesta, si bien se notó en esta la carencia del suficiente número de voces e instrumentos. Hoy se ha verificado la bendición de Óleos, siendo el ceremonial y aparato como era consiguiente de pontificial. Con este motivo al gran templo concurrieron muchos miles de personas.

…Sentimos el continuo recogido que hace el gobierno de periódicos, y deseamos saber la causa de tan extraño proceder. Los pueblos están muy disgustados, porque les es imposible satisfacer tantas cargas como se les imponen. La miseria muy en breve llegará al extremo.»

El Clamor Público. Periódico del partido Liberal. Domingo, 31 de marzo de 1850.

En otros casos, como el siguiente, la modernidad se hace latente y es curioso leer como algunas calles de los recorridos procesionales estarán iluminadas por «arcos voltaicos»:

LA SEMANA SANTA EN TOLEDO

«Por telégrafo de nuestro corresponsal. Toledo 10.

Las Cofradías del Cristo de las Aguas y de la Virgen de la Soledad hacen grandes preparativos para las procesiones que saldrán el Jueves y Viernes Santo al anochecer. La primera lucirá este año la magnífica imagen de la Dolorosa, que hace tiempo no salía procesionalmente, y otras esculturas de gran valor artístico.

La del Viernes exhibirá sus magníficas armaduras.

Las calles del tránsito estarán iluminadas por arcos voltaicos.

La compañía férrea ha establecido trenes que saldrán de aquí después de las procesiones, lo cual hará que vengan gran número de viajeros que podrán admirar con tiempo suficiente cuantas bellezas encierra esta población.»

El Imparcial. Diario liberal fundado por D. Eduardo Gasset y Artime. Miércoles, 11 de abril de 1906.

Y recordamos para terminar, un diario de 1845, en el cual se rememoran otros tiempos, otras épocas en las cuales la Semana Santa ofrecía un punto de vista muy diferente al actual. En aquél momento, aún estaban presentes los gremios en las diferentes cofradías que existían desde hacía siglos en Toledo; todavía desfilaban pendones e insignias ya perdidas y olvidadas en la historia religiosa de la ciudad; y se nos recuerda como existieron pasos e imágenes en Toledo de las que nunca más se supo por causas y motivos que no procede ahora evocar, pero que en resumen, lo que se nos descubre ante los ojos, es una Semana Santa toledana, muy diferente, muy olvidada pero que en esencia mantiene el encanto, la sobriedad y la majestuosidad de una celebración única en nuestro país, porque única es y será siempre Toledo:

«… Lo que llama extraordinariamente la atención, son las procesiones que salen por las calles en esos días, vano remedo de los autos que en tiempos lejanos se representaban en las calles. La propiedad y finura con que están figuradas estas escenas, en magníficos grupos de escultural al natural, dan una idea completa de la pasión y muerte del Redentor.

Hubo un tiempo, en que la primera procesión que tenía lugar era la que salía de San Juan de los Reyes, monasterio de eterna memoria y en la que se presentaban los pasos de la Oración del Huerto que costeaba el gremio de albañiles y de carpinteros. El del Improperio conocido vulgarmente por el de «la bofetada», acompañado por los artistas de la seda. El del Cristo de la Humildad en el que formaba la orden de Franciscos; y cerraba la procesión la Dolorosa y un Crucifijo.

Sale otra procesión el Jueves Santo costeada por los devotos y devotas de la Cofradía de la Veracruz, y en ella llaman la atención los pasos de la Cena, el de Jesús con la Cruz a Cuestas; el suntuoso paso de la elevación de la Cruz, adornado con muchas y preciosas esculturas; el del Crucifijo, llamado de las Aguas, y un Lignum Crucis.

La procesión más grande y que mayormente excita la curiosidad, es la que sale de la tarde del Viernes Santo de la parroquia Muzárabe de Santa Justa. Llama la atención en primer término un Crucifijo, y a continuación, uno de los mejores pasos que se conocen, tal es el que representa el descendimiento de la Cruz. Forman en seguida veinte y siete hombres armados de cota de malla con llelmos, petos y espaldares, un gracioso tonelete de seda, espada al cinto, y empuñando enormes alabardas. El arte de la seda, es el que conserva esta costumbre tradicional, habiendo desaparecido la que duró hasta estos últimos tiempos de vestir de máscara el gremio de sastres, vestidos de negro con un corpiño de lo mismo, que terminaba en un elevado gorro piramidal. Entre las filas de los armados, atrás referidos, camina el conocido por el maestro de campos, armado de rigor, el alférez y el abanderado arrastrando aquel una lanza, y este una bandera en que se pinta el sol, la luna y las estrellas. Sigue luego a estos tres un muchacho, también con armadura completa y a quien se conoce por Morrillel (sic). Recorre estas hileras el que llaman sargento con su alabarda punta abajo, y sin tocar a la tierra. Todos estos armados van custodiando el paso del Sepulcro, y cierran la procesión el estandarte y nuestra Señora de la Soledad: anunciándose de vez en cuando, con lúgubres sonidos y por los trompeteros que visten de negro y van cubiertos con sendos antifaces; así como los que reparten la cera, el curso de la procesión.

El sábado por la mañana, y luego que se ha terminado la misa de resurrección, tiene lugar una ceremonia, curiosa también, que es la de la bendición del cirio Pascual. A este fin sale de la sacristía el maestro de ceremonias y detrás los acólitos que conducen el cirio en procesión llevando dos corderillos vivos y uno de cera iluminado por muchas luces. Luego que el cirio ha sido bendecido, introdúcense los acólitos en el coro y recorriendo los asientos de los canónigos, a cada uno le van ofreciendo los corderillos, y al dar estos muestras de un topetazo, contestan los canónigos, «para vosotros».

Juan Pérez Calvo.

El Laberinto. Periódico Universal. Sábado, 1 de marzo de 1845.

Publicado inicialmente el 2 de abril de 2012

Toledo, 24 de marzo de 2012.

José García Cano

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